Este verano estoy
enganchada a los realities, sobre todo los del canal Divinity: "Me cambio de familia", "tu estilo a juicio" y ¡los de novias!
¿Acaso alguna no sabía que hay realities de novias? Pueesss... ¡sí! ¡Y más de uno! Novias en Atlanta y novias de Bevely Hills, que yo sepa.
Yo los he descubierto este verano, ya después de casarme, y
he de decir que me gustaría haberlo hecho antes, cuando estaba en esa nube rosa que supuso la boda, porque así habría alimentado (aún más) mis fantasías sobre el vestido, sobre lo que significa estar vestida de novia...
Tanto el realitiy dedicado a las novias de Atlanta (arriba, el equipo de la tienda) como el dedicado al de las novias en Beverly Hills tienen el mismo argumento: describen
el camino que sigue una chica que llega a una de estas tiendas hasta que elige su vestido de novia. La chica en cuestión va a acompañada de su familiares, de sus amigas y alguna incluso ¡hasta de su prometido! (hecho que no les gusta nada a las propietarias de las tiendas). Como os podéis imaginar, el ratito que pasa la chica hasta que encuentra "su vestido" no está exento de dificultades: en algunos casos, la madre es una entrometida que quiere que su hija lleve lo que a ella le gusta y no a la hija; en otros casos, las amigas no dejan de criticar todos y cada uno de los modelitos; y en casi todos los momentos las novias pasan ratitos de duda, de indecisión y al final, si todo ha ido bien... una tremenda alegría.
Casi siempre, al acabar el programa hay un final feliz, lo que se traduce en una novia
radiante, emocionada hasta las lágrimas por llevar el que será "el vestido de su boda". Las madres, amigas, compañeras, también acaban llorando.
El momento parece tan precioso, tan perfecto, que alimenta esa fantasía de toda mujer de que está viviendo una de las experiencias más maravillosas de su vida.
En algunos casos, son las novias mismas las que lo dicen de este modo: "
llevo toda la vida deseando vivir este momento; venir a la tienda a comprarme ni vestido de novia, y después imaginarme la cara que pondrá mi prometido cuando me vea con él".
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El equipo de novias en Beverly Hills. |
En fin, son situaciones, palabras y deseos que comparten o han compartido el 90% de las lectoras de este blog.
Alimentar estas fantasías o estos deseos no es en sí, malo. A mí me parece entrañable ver las caras de esas chicas que están profundamente emocionadas, que lo viven con tanta intensidad. Para mí, el momento de elegir mi vestido de novia, también fue muy excitante, a pesar de que no lloré ni lo considero (ni de lejos) el más importante de mi vida.
Pero lo que me produce cierto incomodo, cierto sentimiento de ligera repulsa, es
la parte perversa que puede haber detrás de todo esto. Las novias acuden a la cita de su vestido como si se estuvieran enfrentando a
una de las pruebas más difíciles y decisivas de toda su vida. Y no es así, o no debería. Elegir una carrera profesional, un lugar de vivir, o más aún tu pareja, sí son decisiones trascendentales, que tendrán profundos efectos sobre nuestra vida posterior y por ello es preciso dedicarles tiempo.
Elegir el vestido de la boda es importante, claro que sí; pero si lo pensamos con un poco de raciocinio, ¡no es ni de lejos tan trascendental! Es el atuendo que nos acompañará el día que vamos a ser más fotografiadas. Pero no es cuestión de vida o muerte. Y buscar
el vestido "perfecto" es una tarea demasiado complicada, entre otras cosas porque no tendremos medios ni posibilidad de contrastar todos los vestidos del mundo para saber cuál es, efectivamente, el perfecto. Posiblemente nuestro vestido perfecto aún no esté de moda, o se encuentre en la otra punta del globo. Puede ser que debido a nuestro peso el vestido perfecto no nos quede como debería. O puede ser que tenga un presupuesto astronómico. En fin, que el vestido perfecto para nuestra boda, no será técnicamente el más perfecto de todos los que existen, sino
el primero que nos haga sentir especiales, el primero con el que nos veamos "como unas novias".
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"Vestidito, vestidito, ¿quién es la novia más bella?" |
Como truco rápido de novia que ya ha pasado por esta etapa, os diré que sabréis cuál es vuestro vestido cuando
una sonrisa radiante se os plante en la cara, y no os la podáis quitar. No siempre se escucha una vocecita interior, como dice la tradición popular, que dice: "ese es tu vestido". No siempre suenan campanas, o nos ponemos a llorar. Pero siempre, sonreímos cuando nos vemos con nuestro vestido de novia y los complementos.
Siguiendo con el tema de por qué considero en parte perverso estos programas, diré que
ensalzan una idea que puede resultar muy peligrosa, sobre todo para novias sensibles e influenciables. Y es el hecho de dar demasiada importancia, una importancia vital, al hecho de elegir el vestido de boda o a la boda en sí. Es decir, según estos programas, te pasas toda tu juventud soñando con vivir ese momento. Ese día, eres la protagonista absoluta, tienes derecho a ser mimada, a ser envidiada, a ser adorada. Y cuando pasa ese día... te conviertes en una novia más que como mucho, tendrá derecho a acompañar a otra para que ésta viva "su momento". Y entonces ella será la importante, y no tú. Y así para siempre, por los siglos de los siglos.
A mí este planteamiento me parece algo monstruoso. Es algo así como: sí,
tendrás un día en que serás la princesa, la reina, todo el mundo estará por debajo de ti y tú serás la protagonista. Elegirás un traje fabuloso, reiremos contigo, lloraremos contigo. Ese día rozarás las nubes. Puedes prepararte para él durante años. Pero cuando pase ese día... entonces verás lo que es bueno:
caerás de ese pedestal sin aviso previo, habrá terminado tu momento de gloria y en el futuro tendrás que conformarte con mirar, con nostalgia, a todas esas mujeres que están pasando por esa experiencia increíble. Pero no desesperes, porque para ellas, la magia durará sólo un día, a lo sumo unas semanas; después tendrá que pasarse a lado de las que viven la experiencia desde la barrera. Su momento dorado también pasará, y puedes regodearte con ello con una insana alegría.
En muchos casos, los mismos trabajadores del programa, critican a una mujer ya casada que acompaña a la novia, porque dá opiniones demasiado negativas (quizás fruto de la amargura que siente) diciéndole "
no tiene derecho a aguarle la cita a la novia, ella ya tuvo su momento, ahora es el momento de la novia". Y si esto bien es cierto, repito que ese planteamiento me eriza el vello de los antebrazos. Entonces...
¿sólo tenemos "nuestro momento" una vez en la vida? ¿Debemos soñar con esto antes de que ocurra, y sufrir de nostalgia una vez que haya pasado?
Por este motivo, no me extraña que muchas novias sufran, una vez que ha pasado la boda, lo que se denomina depresión post-boda (en inglés,
post-wedding blue).
La verdad que hace mucho que tengo ganas de escribir un post sobre esto, porque veo en los foros y en los blogs que es un problema mucho más común de lo que nos parece, pero lo dejaré para una próxima ocasión, que hoy ya llevo un buen rato escribiendo y my darling me ha llamado para cenar.
Y para acabar, una fantasía alocada... Imaginando un mundo muy distinto, creo que estaría mucho mejor montado si en las bodas, o en los preparativos (como lo es elegir tu vestido de novia),
los que disfrutaran realmente fueran los invitados. En ese caso, tú sólo tendrías que pasar un ratito un poquito menos agradable el día de tu boda, pero a cambio,
pasarías muchos momentos felices en las bodas de los demás, que a fin de cuentas, una acude a muchísimas más bodas que las que celebra. ¿No creéis que estaría mejor así? ;-)