domingo, 10 de febrero de 2013

Delicioso domingo

Si tuviera que decir un día de la semana en el que haya notado que mi vida ha cambiado radicalmente desde la boda (o desde que vivo con mi chico, que para mí ha sido lo mismo) sería el domingo.

Los domingos desde hace años eran un día raro y extraño. Tanto mi novio (por entonces) como yo trabajábamos en ciudades diferentes. Nos veíamos, o bien en nuestro pueblo, que es el de ambos, o bien en alguno de los domicilios del otro. El domingo siempre era el día de la separación, de volver cada uno al sitio donde trabajaba. Ese sentimiento pesados y nostálgico me acompañaba desde que me levantaba. Uff, era un rollo...

Un domingo normal de mi vida de los últimos dos años me hubiera levantado en casa de mis padres (que por mucho que allí esté mi habitación de adolescente, yo ya sentía que no era mi sitio), habría comido, habría quedado con mi novio a tomar un café por la tarde, y en invierno a eso de las seis-siete, habría cogido el coche para irme, después de una despedida que se me hacía cada día más difícil. Creo que a cualquier pareja, superados x años juntos (nosotros por entonces ya llevábamos ocho años), estas separaciones y esta rutina semanal llega un momento en que se hacen insoportables. Mis domingos de los últimos año, o año y medio lo eran.

via

Antes de todo eso, hubo una época de mi vida en que los fines de semana trabajaba y libraba los lunes. En esos momentos, la llegada del domingo por la noche era muy dulce y a mí me daba un pequeño subidón. Recuerdo que aprovechaba para ver Cuarto Milenio en el sofá de casa con mis compañeras de piso (qué sensación tan guay de complicidad y amistad compartidas) y como yo no tenía que madrugar al día siguiente, me quedaba casi siempre hasta el final del programa, medio dormida en el sofá...

Como veis, domingos en mi vida ha habido según las diversas estapas. Respecto a la última, esa en que mi novio y yo nos veíamos en el pueblo y nos separábamos al atardecer, siento que ahora nuestra situación ha mejorado ¡hasta el infinito! No sé lo que pase en el futuro, si tendremos que separarnos de nuevo por motivos de trabajo o no, pero por ahora... no hay sensación más bonita y triunfal para mí, que levantarme un domingo por la mañana en casa. ¡Esto tan simple me hace feliz!


via
Me gusta levantarme antes que mi maridito, sentir mi casa en silencio, hacerme un café, sentarme en el sofá con el portátil y ponerme a escribir... La casa limpia y calentita, mi casa, ésa que decoramos entre ambos después de la boda, en la que hemos colocado/reciclado cosas que los dos teníamos de antes. Esa casa en la que paso la mayor parte de mis días (trabajo desde casa) y que es mi refugio. Un lugar donde lo malo no tiene cabida, donde me siento protegida y libre, donde se gestan todas las cosas buenas de mi vida...

Y cuando estoy así, como ahora (escribiendo, casa en silencio, mente ágil y soñadora), sabiendo que hoy no tendré que moverme de casa si no quiero, y que llegará la tarde y mi marido y yo la podremos pasar viendo una película en la televisión, sin hacer maletas y sin despedidas hasta la semana siguiente, ¡casi que tengo ganas de reir de felicidad!



via

Los domingos en esta época de mi vida son deliciosos. Y los sábados. No me apetece vivirlos de forma diferente por nada del mundo. Fuera hace frío, llueve, nieva, la gente va de un lado para otro, se moja y discute, se ama y disfruta. Pero mi mundo más preciado e interesante, noto que está en estas cuatro paredes en las que habito. Reconozco que estoy un poco ermitaña, si se quiere decir así. Salgo poco de casa, y eso que yo he sido un culo inquieto en muchas ocasiones. Reconozco que me cuesta dar el paso de salir, aunque una vez que lo hago, estoy tan bien que querría no entrar. Supongo que esa mujer abierta al mundo y expandida sigue disfrutando de sus tardes de recados, de encontrar a gente y de las vivencias que sólo puede darnos el mundo exterior.

Pero aún así, sé que estoy en un momento en que quiero disfrutar de mi casa.

He estado mucho tiempo allá afuera, vagando, moviéndome, en tránsito... Y hace unos meses, encontré un hogar. Un hogar que no es sólo mío, sino también de mi marido, aunque yo lo siento mucho más que él. Es normal que quiera descansar, repararme de este largo peregrinaje. Cuando se encuentra un hogar, el cuerpo y la psique de una lo sabe. Y necesita refugiarse en él un tiempo.

Yo no sé cuando despierte de esta fase intensamente hogareña. Sé que llegará ese día, y por eso mismo no tengo prisa. Mientras tanto, cogeré fuerzas y disfrutaré de sentirme arropada por esta sensación cálida y vivificadora que ahora mismo siento en mi casa.

Feliz y delicioso domingo a todas.


via

2 comentarios:

  1. Bonitas sensaciones que hay que disfrutar. En la vida hay muchas etapas, ni mejores ni peores. Evolucionamos y nos sentimos cómodos con cosas distintas en cada una de ellas. La clave es aprender a disfrutarlas y aceptar los cambios que se producen sin que casi te des cuenta (lo digo por mí, principalmente XD).
    Bss
    NR

    ResponderEliminar
  2. hija mía, si parece que lo he escrito yo!!!
    He compartido esa sensación horrenda de domingo, si bien mis días de felicidad y mañanas en silencio con el portátil son los sábados. ;)

    ResponderEliminar

¡Gracias por tu comentario!

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...