Vaya ¡cómo nieva! Estoy sentada justo enfrente de una ventana, estudiando y escribiendo (ya sabéis, la tesis) pero no me puedo resistir a parar un momentito y disfrutar del espectáculo.
Ya, lo sé, soy una privilegiada. Privilegiada por trabajar desde casa y no tener que moverme de aquí. Por poder contemplar esta nevada desde mi cálido y cómodo hogar. Me acuerdo de las personas que tienen que conducir, o venir andando desde la oficina con la que está cayendo... Sé que la nieve es incómoda para muchos, lo sería para mí si trabajase fuera de casa.
Pero qué queréis que os diga... en mi condición actual, que también es la de otros muchos que pasan el día dentro de casa estudiando o con sus pequeños negocios, esto es una gozada, una auténtica gozada...
Podría pasarme los minutos y las horas viendo de nevar y escribiendo en mi portátil; como os digo tengo la ventana justo detrás del mismo, por lo que incluso veo la nieve caer mientras estoy deletreando y mirando a la pantalla. Los techos de los coches ya están blancos. El árbol de enfrente ofrece un aspecto precioso, las ramas desnudas cubiertas por una delicada capa de hielo.
La nieve y las bodas me recuerdan a esto
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Y me recuerdan que una de mis fantasías de juventud podría haber sido casarme en invierno, en un día muy frío y nevado, para poder lucir un precioso abrigo largo blanco. Me hubiera sentido una auténtica reina-novia, una reina de las nieves joven y glamourosa.