Hoy me apetecería realmente haber contratado a cuatro personas que me organizaran todo el evento, que contrataran el autobús, que me dieran ideas inspiradoras (más que buscarlas yo), que hablaran con mis padres y con mis suegros cuando hay desacuerdo en algo (este fin de semana ya he tenido suficientes discusiones sobre el tema "boda" para al menos dos meses), que me aconsejaran un sitio para buscar el traje de novia, que hay miles y no sé donde ir, etc. etc. Hoy sólo quiero ser una joven mujer que se va a casar con toda la alegría del mundo y para la que la boda es un asunto fácil y no una fuente de desavenencias familiares.
Las discusiones y desavenencias también se trasladan a mi pareja: hay puntos en los que estamos completamente de acuerdo, pero en otros, ¡parece que nunca vayamos a llegar a algún consenso! A veces cede él, a veces cedo yo, y a veces simplemente no nos apetece ceder, quizás porque esperamos hablar de cosas más estimulantes y variadas que del tema boda, que es lo que últimamente más ocupa nuestro tiempo.
Sí, creo que necesito, o mejor necesitamos, un respiro. Olvidarnos por un momento que hay que empezar a mirar el viaje de luna de miel, buscar detallitos, encargar las invitaciones y decidir la lista de invitados... Son tantas pequeñas cosas que hacer, y que tengo convenientemente apuntadas en una agenda mensual. Olvidarnos por un momento de los preparativos y pensar en nosotros, en nuestra relación, en nuestros planes para el fin de semana.
Por mi parte, creo que me concedo un descanso para pensar en mi trabajo. Me parece que incluso las pequeñas preocupaciones que acarrea me permitirán relajarme de este monotema de boda, boda y boda.
Aisss... y es que hasta la preparación de una gran fiesta de amor y compromiso, tiene algún puntito desagradable.
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