No vivimos juntos, ni hemos vivido nunca. No sé si tras nuestra boda viviremos juntos de lunes a viernes o sigamos separados por circunstancias laborales, como hasta ahora, pero lo que sí será cierto es que ya tendremos nuestra casita para los fines de semana, o en la ciudad donde trabajo yo o donde trabaja él. Hasta ahora, ambos estamos compartiendo el piso con otros compañeros, tenemos auténtica vida de solteros y aunque deseamos fervientemente cambiar esta situación y tener nuestro nido para nosotros solos, a veces es inevitable un momento de duda. ¿Saldrá bien? ¿Echaré de menos mi independencia? ¿Sentiré nostalgia de mi antiguo hogar?
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Con nuestras familias, las cosas ya cambiarán radicalmente. Para nuestros respectivos padres, que no son especialmente antiguos, hay una gran diferencia entre ser novios y estar casados, y eso ambos lo sabemos. Ninguna de nuestras familias nos ha juntado y nos ha dicho: que sepas, que cuando estéis casados, va a pasar esto y lo otro, os vamos a considerar diferentes de este modo. Pero lo sabemos. Para la gente joven, y más si viven juntos, la diferencia entre ser marido y mujer o ser novios es muy sutil, pero no para la gente más mayor, al menos de nuestro entorno. Y en honor a la verdad, interiormente no considero del mismo modo a mis amigas casadas que a las que son novias hace varios años. Incluso aunque vivan juntos...
Estar casado, tanto para mí como para mis familiares y amigos con los que más comparto el tiempo, significa algo. No es un asunto trivial, o sutil.
Y para nosotros, que ni siquiera hacemos vida diaria juntos, y que cuando vamos a casa de nuestros padres tampoco lo estamos, estar casados significará todo. Será un gran cambio, y eso lo sé. A partir de entonces habrá pocas comidas familiares cada uno por su lado, mi habitación ya no sólo será mía, y cuando llegue el viernes no "huiremos" a casa de nuestros padres, sino a la nuestra, dondequiera que esté. Y es que ya no seremos dos novios, sino una familia.
Y así quiero que sea: que seamos una familia. El núcleo familiar principal ya no serán nuestros padres y hermanos sino nuestro esposo/esposa. Si eso no son cambios...
Y sí, faltan cinco meses que a veces quiero que pasen muy rápidos y otras que pasen muy lentos para degustar estos últimos momentos. Por un lado, porque los ratitos de preparación de la boda que, salvo circunstancias excepcionales (como mi "negociación" con mis padres) son muy dulces y entretenidos (¡¡creo que los voy a echar de menos!!). Y por otro lado, porque son nuestros últimos momentos como solteros con familias distintas.
¿Echaré esto último de menos...?
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