lunes, 19 de diciembre de 2011

# Consejo 2 # La boda es VUESTRA

Si tuviera que decir el consejo más repetido en los foros, en los blogs de boda y en el que más me insistió una amiga que se casaba en breve cuando yo empezaba a preparar mi boda es: la boda es VUESTRA, por tanto: haced lo que queráis. No lo que quieran los padres, los suegros, los hermanos ni los amigos de los novios.

Es un consejo increíblemente sencillo... pero que hay que repetirse como un mantra durante los meses que duran los preparativos porque se suele olvidar con facilidad. O más bien, porque se suele ceder para evitar contratiempos, lo cual suele suponer un error.

Porque sí, hay que ser fuertes emocionalmente a veces para decir con firmeza y sin enfadarse (que esta es la clave, no llegar a los conflictos) qué es lo que queremos y que, como la boda es nuestra, lo vamos a hacer así.

Recuerdo muy muy bien las palabras de esta amiga que he mencionado cuando empecé a compartir con ella las primeras desavenencias familiares: a mis suegros les gustaba un lugar para el banquete, a mis padres otro (y se pusieron relativamente intransigentes con el tema), otras personas me decían que preferían una boda de tarde a de mañana, y así un largo etcétera. Me dijo: "Mira, es TU boda y la vas a hacer una vez en la vida, por eso tienes que hacerla a tu gusto. Tus padres, tus suegros y todo el mundo que te dé órdenes indirectas ya tuvieron su oportunidad, ya hicieron su boda como mejor les pareció (y si no fue así, mal por ellos). Ahora la oportunidad es vuestra, y tenéis que hacerlo todo a vuestro gusto."

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El asunto de mis suegros respeto al restaurante se solucionó pronto (apoyaron nuestra decisión al poco tiempo); el de mis padres tardó algo más... Y en esos momentos tuvimos que ser fuertes, pensar que, a pesar de los inconvenientes que presentaba el sitio que elegimos (que era básicamente que estaba más lejos que los demás, y que era un sitio nuevo con poca experiencia en bodas, aunque a nosotros el maite nos dio muy buen feeling y mucha confianza desde el principio), era el que queríamos y lo más importante: en el que nos veíamos cuando imaginábamos el día de nuestra boda.

Para mí este último punto fue crucial: una noche cerré los ojos y me imaginé con las condiciones de boda que otros habían dicho para mí. Y la respuesta de mi interior no se hizo esperar... ¡¡me eché a llorar!! En serio, fueron tantas lágrimas que incluso me soprendieron a mí misma. Me veía vestida de novia sin mucha ilusión, y celebrando mi banquete en un sitio y con un estilo que claramente no me gustaba. Vi que era un horror estar disgustada y resentida el mismo día de tu boda. Tanto que pensé que, para hacerlo en un sitio que no me decía nada, prefería no hacer celebración. Hacer una ceremonia sencilla y punto, y una comida con el núcleo familiar después.

Al final, este y otros temas (como el de quien invitamos a la boda, quien siga el blog con cierta asiduidad recordará este post) se han ido solucionando y la paradoja final es que: ¡¡todos parecen estar encantados con nuestra idea de boda!! Sí, incluso mis padres y mis suegros con el sitio elegido (en serio, es increíble que ahora lo vean tan bonito e ideal cuando hace tiempo no les gustaba nada; pero cuando las cosas se hacen con ilusión y las opiniones se hacen valer, todo se soluciona).



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Es como aquellas parejas que no son creyentes y se casan por la iglesia por la presión de sus familiares. Personalmente me resultaría ridículo ser ateo y escuchar durante la ceremonia más importante de mi vida hablar de Dios, del sacramento del matrimonio, los salmos y las premisas católicas. ¿Es que acaso no son bonitas las ceremonias por lo civil? Creo que uno ha de sentirse cómodo durante su ceremonia, sea por el rito católico, hindú, budista o con lecturas de su poeta favorito. Y por mucho que otros parezcan ofenderse por esta elección, cuando llegue el día todo el mundo estará contento y conforme, y los novios sentirán la tranquilidad de saber que han hecho lo correcto.

Este consejo se puede aplicar a cualquier cosa, también y muy especialmente al vestido de novia. Cuando veo en los foros chicas que se debaten entre dos vestidos, el que les gusta a ellas y el que les gusta a su madre/tía/suegra, mi consejo es claro: eres tú la primera (que no la única) que tienes que verte hermosa y cómoda. Por supuesto, puedes dejarte aconsejar por gente de confianza, también por las trabajadoras de las tiendas (creo que son más objetivas que nuestros familiares, y están al tanto de las tendencias, por eso es tan importante comprar el vestido en un sitio en que la dependienta te inspire confianza y buenas sensaciones), pero la palabra final es tuya.

Y si no, haz el ejercicio que yo hice: imagínate levantarte en tu gran día, maquillarte, peinarte, sentirte radiante, ir flotando a tu habitación a ponerte el vestido de tus sueños... y descubrir que el vestido de tus sueños no está allí, que está en la tienda, porque lo dejaste y cogiste el otro que no te convencía tanto (el que no sentías como "tu vestido"), pero que a tus acompañantes les gustó tanto. ¿Y quién es ahora quien debe ponerse el vestido? ¿Ellas o tú? Seguramente en ese momento te darías cuenta que habría sido más conveniente hacer caso a tu instinto, pero ya es demasiado tarde. ¡Tienes que pasar tu día de novia añorando un vestido que no es el que llevas puesto!

Vamos, creo que cualquier novia se echaría a llorar ante una situación similar...

Por tanto futuros novios, recordad en todo momento este sencillo e importantísimo consejo: elegir todo a vuestro gusto, dejaros aconsejar pero no influenciar, y para cada decisión, sopesad si es verdaderamente lo que vosotros queréis o lo que otros quieren que hagáis. Y manteneos fuerte cuando vengan las adversidades, porque el resultado final de ser coherentes es tener la boda que vosotros queréis y habéis elegido libremente. Es, en suma, sentiros completamente cómodos en vuestro día, y eso... ¡no tiene precio!

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