El motivo de que no haya escrito desde el jueves, es que ha sido un fin de semana bastante INTENSO a nivel físico, mental y emocional, pues he estado fuera de casa y además solucionando asuntos pendientes. Apenas he tenido tiempo de coger el ordenador, y por eso no he tenido más remedio que aplazar unos tres días mi plan autodisciplina.
Pero en mi cabeza, nada de esto está parado. Y aquí sigo, pensando, evaluándome...
He de decir que al principio me sentí mal por no cumplir con mi compromiso pactado (en teoría, y puesto que empecé el día 1 de enero, hoy sería el último día de mi operación). A pesar de que este fin de semana me ha sido materialmente imposible escribir, sentí una cierta sensación de derrota. Pero luego reaccioné y me dije: ¡¿Cómo, por qué he de sentirme mal!? ¡No tengo motivos! Más que centrarme en lo que NO he hecho ¿por qué no hacerlo en lo que SÍ he hecho? Y lo que sí he hecho ha sido leer ya 3/4 partes del libro, todos y cada uno de los ejercicios, y aplicarlo en mi día a día. ¿Cómo puedo no sentirme contenta?
Cada vez me doy más cuenta de cuánto, cuantísimo me condiciona esta creencia de la que hablé el otro día del "todo o nada- éxito o fracaso". En mi caso equivaldría a "o hago todo justo como lo había previsto, sin permitirme un fallo, o entonces habré fracasado, y será como si no hubiera hecho nada". Pensadlo un momento ¿no os ha ocurrido esto nunca? Hacer el 75% de las actividades que teníais pensadas en un día, y sentiros mal por ese 25% que no habéis podido hacer, incluso teniendo un motivo muy razonable para ello?
¿Por qué focalizamos tanto lo negativo? ¿Por qué sentimos como un fracaso COMPLETO lo que tan sólo es un pequeño fracaso parcial? ¿Por qué si no hacemos algo EXCELENTE, sentimos que lo hacemos mal, como si no hubiera en medio una amplia gradación de matices, una gran cantidad de "bien, medianamente bien, muy bien", etc?
Día tras días compruebo cómo son los miedos los que me han estado paralizando durante mucho tiempo. No la pereza, no la desmotivación, no mi forma innata de ser. Por eso, antes de pasar a la lección correspondiente al día ocho, me gustaría compartir una experiencia personal que me sucedió el viernes. Y cómo con ayuda de las enseñanzas de estos últimos días, conseguí variar mi visión de las cosas.
Resulta que para mi investigación necesito realizar una votación entre un cierto grupo de personas. He elegido contactar con ellas a través de la red, y con direcciones facilitadas por organismos oficiales. Pues bien, el viernes decidí contactar con las primeras personas, las de un municipio concreto, y para ello mandé un mail a todos, en el que les redirigía por medio de un link a la página web del proyecto, en la cual habíamos incrustado la encuesta.
Hice esto y esperé. Pasadas unas horas, habían emitido un voto un porcentaje bajo de las personas a las que había contactado. Eran sólo unas horas, era el principio de estas votaciones, era el primer grupo al que dirigía a la web del proyecto, y sin embargo me hundí. Me sentí fatal. Vi todos los escenarios posibles y me dije que no iba a conseguir suficientes valoraciones, que había planteado mal la investigación, que había hecho todo mal, etcétera, etcétera. A mi negatividad se le sumaron todos mis miedos: el miedo al fracaso (mi proyecto entero iba a ser un fracaso), el miedo al rechazo (de mis jefes), el miedo a la mediocridad (la idea no era tan buena como yo la veía)... Junto a estos miedos, estaba la creencia paralizante del "todo o nada" que venía a decir que, o salía excelente desde el principio, o todo no había servido para nada.
Tras unas horas de verdadera desmotivación y angustia mental, me serené y traté de diseccionar mis miedos y ordenarlos uno a uno. Y conforme lo hacía, me fui calmando. Y fui viendo la tremenda irracionalidad de algunos de mis pensamientos, y de mi malestar en general.
Cuando el miedo te paralice, no sigas... párate. Y míralo a la cara. |
Para empezar, habían pasado sólo unas pocas horas, y mucha gente ni siquiera habría visto el mail. Para continuar, que el hecho de que las cosas no salieran como había pensado, no significaba que mis jefes iban a dejar de confiar en mí ni que TODO estuviera mal planteado. Y por otro lado, que no contestaran esas personas tampoco significaba nada, pues aún tengo un amplio rango de muestra de población a la que no he contactado y que sí que pueden decidir participar en la votación.
Y lo más importante: En lugar de centrarme en esos miedos y sentimientos negativos que a lo que conducen es a no hacer nada, ¿por qué no analizar tranquilamente y sin martirizarme dónde podrían estar los errores? ¿Por qué no hacer las cosas de manera distinta, simplemente?. Me dije: quizás esta forma de contactar con la problación no es la correcta ¿por qué no invento otra? ¿Por qué en lugar de elegir a las personas al azar, no hablo directamente con una asociación y pido la colaboración de sus miembros, que pueden ser más propicios a participar? ¿por qué en lugar de enviar un mail tan frío, no hago un mail más cálido y motivador, incluso con una fotografía de los participantes del proyecto? ¿Por qué no creo una página de facebook del proyecto, o un twitter, o cualquier otra red social? ¿Por qué no contacto con algunas personas por teléfono?
Sabéis, en un momento se me ocurrieron como diez ideas que podría hacer para alentar la participación ciudadana. En realidad, lo mío no había sido un fracaso. Había sido simple y llanamente una prueba, y tenía valor como tal. En la investigación, así como en los negocios, en las relaciones, y quizás muy especialmente en la cocina, el hecho de que las cosas no salgan bien desde el principio no implica nada malo necesariamente. Simplemente, indica que esa opción no es deseable y que hay que probar otra, pero que al menos podemos descartar una. Y eso ya es algo, ya es información.
Mis resultados demostraban que había algo que mejorar, que quizás hay otra forma de hacerlo mejor. Y si realmente no hay forma de hacerlo mejor, pues entonces resultará que he encontrado la mejor forma posible.
En definitiva, en vez de tirar la toalla a la primera de cambio, y sentirme fatal, y mediocre, y rechazada, y fracasada y un largo etcétera... ¿no es más productivo permanecer tranquila, y feliz, y con la mente inquieta, y pensar en cómo se puede mejorar? De hecho, cuando he comentado mi "problema" con unos compañeros de trabajo, ellos no se han echado las manos a la cabeza, ni me han rechazado, ni se han asombrado con mi ineptitud; me han sugerido que intente otra cosa, tan tranquilamente. Ellos no han visto UN FRACASO, han visto una oportunidad para mejorar, o un problemilla que se puede solventar perfectamente.
Con esta pequeña anécdota, os ilustro todo lo que estas enseñanzas de los últimos días están repercutiendo en mi día a día. Los miedos la mayor parte de las veces son irracionales. Nosotros somos nuestros jueces más severos y terribles. La creencia del "todo o nada" es tirana y cruel. La que dice que si tu trabajo fracasa, tú eres una persona fracasada y ruin, y todos van a rechazarte, también. La creencia que dice "si no haces algo perfecto, es mejor no hacerlo", es simplemente absurda, pues si no comienzas y no te equivocas, podrás avanzar muy poco. Y la forma de actuar de esas personas que se permiten sólo obligaciones y trabajo, y muy poca espontaneidad, premios y diversión, simplemente me parece inhumana.
El próximo post sí que será el día ocho, pero hoy sinceramente me apetecía compartir todo esto, porque quizás algun@ os veáis reflejad@s en mis palabras y os pueda ayudar.
¡Hasta pronto!
Ains! Si es que hacemos un mundo de cualquier fallo, incluso cuando no depende siquiera de nosotras... Perdón: "hacíamos un mundo de cualquier fallo". Ahora SOMOS POSITIVAS. Tu reciente experiencia demuestra tu evolución. ¡¡Enhorabuena!!
ResponderEliminarT.
Jajaja, exactamente, HACÍAMOS XD
ResponderEliminarMe encanta que lo estes consiguiendo en serio!!! Y tus post de reflexion son los que mas me gustan y lo sabes!!! Tu me inspiraste para iniciar mi blog no lo olvides!!!
ResponderEliminarEl primer post reivindicativo de mi blog en:
www.mipequenodiariodeboda.blogspot.com