jueves, 3 de enero de 2013

Autodisciplina. DÍA 1.

AHORA SÍ QUE SÍ.


 
Hoy es el primero de esos diez días que prometen mejorar mi autodisciplina. Si no sabes de qué va esto, puedes leer aquí mi manifiesto-propósito para este principio de año y aquí un resumen de todas las cosas que hay detrás de este escurridizo concepto.

Me hallo frente a la pantalla del ordenador con una mezcla de indecisión y desánimo. Me digo ¿debo seguir con esto, tendrá alguna utilidad...? Vaya, empiezo a dudar y a sentirme negativa ¡y es sólo el primer día! Supongo que las personas que se proponen cualquier tipo de meta (comer más saludable, comprar menos, leer más, estar menos tiempo conectado, superar una situación difícil), comparten estas mismas inquietudes al principio: se dicen que no va a funcionar, que es una pérdida de tiempo, que es demasiado complicado, que... Mil y un comentarios negativos que, de no pararlos, consumirán toda nuestra energía y nuestro tiempo.

En realidad, y tal y como expliqué ayer, toda esta autoconversación de contenido negativo, cínico o derrotista ante un nuevo reto, es algo completamente normal. De hecho, es lo esperable. Así que antes de comenzar la lectura de hoy y los ejercicios me digo que:

- Sí, este pequeño objetivo de diez días me va a servir. Voy a mejorar mis capacidades para trabajar y voy a reducir drásticamente mi tendencia a postergar las cosas.

- Puedo hacerlo sin apoyos externos. Aunque me gustaría que hubiera más gente ahora mismo haciendo mi mismo camino, puedo superar el desierto que supone no compartir este objetivo con todas las personas (excepto mi marido) que pueblan mi día a día. Este es un trabajo personal, y cuyos resultados son para mí. Si alguien me acompaña, mejor. Si no, puedo hacerlo sola y no esperar que nadie me felicite por ello.

- Voy a hacer todos y cada uno de los ejercicios y sugerencias y no dudo de que tendrán un buen resultado positivo en todos los casos. Estoy segura de que, al menos, voy a conocerme más a mí misma y a aprender ideas nuevas que no sabía.

- Todos los días escribiré en el blog una breve reseña de mis impresiones.

Una vez que mi ánimo ha subido ligeramente, y acabado este punto, procedo a hacer un breve resumen de los contenidos tratados en el capítulo correspondiente del libro. ¿List@s...?

En el "día 1" de los diez que el autor considera que hay que superar para obtener autodisciplina, se examina el MIEDO AL FRACASO. Es relativamente común que uno de los obstáculos a la consecución de los sueños o de los pequeños objetivos del día a día sea precisamente el miedo a fracasar. ¿Pero por qué este miedo, aun si sabemos que tras un fracaso podemos seguir intentándolo, podemos seguir aprendiendo?

Lo que se dice en el libro es que relacionamos el fracaso con una baja valía personal. Más que referirnos al fracaso de una determinada tarea, sentimos que hemos fracasado nosotros, como personas. Y este es un concepto erróneo. Fracasa aquello que emprendemos (y siempre teniendo en cuenta que el fracaso es un medidor muy discutible de la calidad de una tarea, puesto que hay grandes obras de arte que lamentablemente se han reconocido tras la muerte del autor), pero no se puede decir de una persona que es un "fracasado" en sentido estricto, no existe tal cosa.

Podemos ver el fracaso de una tarea o de un proyecto como "evidencias de la experimentación y el crecimiento". Es decir, que el madurar lleva a veces asociado una especie de método de prueba-y error, en el que los errores son tan válidos como los aciertos para definir nuestro camino. Supongamos que hay alguien que no se arriesga. No se compromete con nadie porque puede salir mal. No monta un negocio porque con esta crisis, seguro que no va a funcionar. No aprende idiomas porque es una pérdida de tiempo y no lo necesita. No intenta dejar de fumar porque no está seguro de querer dejarlo. De verdad... ¿no os suenan todo esto a excusas de "no lo hago porque tengo miedo a fracasar"? Probablemente esta persona experimentará muy pocas veces esos sentimientos negativos que acompañan al fracaso, pero tampoco está viviendo realmente. No está madurando, no está creciendo. Está siendo controlado, sin saberlo, por esos miedos a los que teme no poder enfrentarse...


Este temor al fracaso que está alojado en nuestro subconsciente, presumiblemente porque hemos experimentado esta experiencia vivida como "terrible" en el pasado, se asocia con otra sensación bastante indeseable: la humillación. Así pues, para muchas personas proponerse cosas como dejar de comer impulsivamente, dejar de fumar, o finalizar un libro, es una tarea muy difícil porque creen que no podrán soportar la auto-humillación que acompaña un intento frustrado de acometer esta tarea. Creen que tras este "fracaso" no serán capaces de recuperarse, o continuar.

Cuando uno analiza esto detenidamente, ve la locura que hay detrás de estas ideas. Porque es una locura considerar que un fracaso es terrible, y que tenemos que sentirnos avergonzados de que ocurra. Si un día me propongo escribir tres páginas y escribo una, puedo sentirme descontento con mi tarea, pero de ahí a sentirme humillado, avergonzado y un fracaso como persona va un abismo. Efectivamente, es menos arriesgado no proponerse nada, porque así no existe el temor de fracasar, ni tampoco el temor de sentirse humillado, minusvalorado o hundido.

Otra tipo de actitudes que se suelen asumir para lidiar de forma subrepticia a este temor al fracaso, es no dar todo lo que uno puede dar de sí mismo. Así, si las cosas salen mal, la escasa implicación en el proyecto siempre será una excusa, y no habrá necesidad de buscar otras causas que pueden ser más duras de aceptar. Es como el estudiante de altas capacidades que estudia para un examen mucho menos tiempo del que debería. Cuando saque una puntuación mediocre siempre podrá decir "es normal, estudié muy poco, demasiado bien lo he hecho" y tendrá razón. Esto es más sencillo (o menos "humillante") que enfrentarse al riesgo de darlo todo para un examen y descubrir que la puntuación es más baja que lo esperado. En este caso, no podremos echarle la culpa a nuestra baja implicación, sino a que tal vez nuestras capacidades no son tan altas como esperábamos, o que no hemos sabido organizarnos, o simplemente que tuvimos un mal día, etcétera. Así pues, si no hay implicación, creemos que en principio no hay tal fracaso, pero en realidad sí que estamos llegando menos lejos de lo que podríamos llegar.

El autor insiste en que debemos reconocer el miedo al fracaso que está operando en nosotros. Y una vez reconocido, entender que el fracaso no es humillación, ni es una caída al vacío. Que puede suponer un escalón. (Reflexionando ahora un poco sobre el tema de las bodas, que en definitiva es de lo que trata este blog, ¿cuántas veces dos personas encuentran difícil comprometerse, y casarse, debido precisamente a este miedo a fracasar, a que todo no salga lo bien que esperan? Y esto también me hace recordar que, en ocasiones, uno de los miembros de la pareja rehúsa a entregarse del todo, a dar todo lo que podría dar, precisamente por el mismo motivo por el que el estudiante que comentábamos no estudia todo lo que podría para un examen: para tener alguna excusa que le libre del dolor de un posible fracaso. Uno asume que, si no se entrega totalmente y la relación fracasa, entonces existe una excusa justificada y a la que puede acudir para calmarse. Es más sencillo admitir esto, que bucear en aspectos más profundos...)

Una vez examinados todos estos puntos, se propone un ejercicio escrito (esto es importante, no se trata sólo de pensar, sino también de escribir), en el que cada persona relate tres experiencias que hayan sido realmente vergonzosas, dolorosas o humillantes. El autor sugiere que es preciso ir hacia atrás todo lo que podamos, hasta llegar a la infancia. Que no pensemos en los fracasos recientes, sino en esos primeros fracasos, cuando éramos niños. Pues ahí es donde se encuentran muchas veces los patrones inconscientes de nuestro comportamiento. Pensemos... ¿Hay actitudes de nuestros padres, cuidadores o profesores respecto del fracaso que hayan podido marcarnos? ¿Hay experiencias tempranas que tengamos casi casi olvidadas, pero que hayan supuesto un punto de inflexión en nuestra forma de hacer las cosas o comportarnos?


Por mi parte, acabo de realizar este ejercicio escrito, y lo he hecho a mano, que supongo que por ser la primera forma en que aprendí a escribir es del modo en que me surgen los pensamientos más profundos y antiguos. La verdad es que me ha resultado muy difícil, como supongo que a la mayoría, remontarme a mi infancia. No recuerdo muchas cosas, y las que recuerdo son con poco detalle, están como en una nebulosa. Pero al final sí que he podido extraer tres situaciones que percibí como fracasos. ¿Y sabéis qué sentimiento acompañaba estas tres situaciones...?

La culpa.

Debo decir que me he sentido un tanto sorprendida por el resultado. Y si lo pienso, puedo relacionar este sentimiento culpable con reacciones que tengo actualmente de adulta, en mi día a día.

Respecto a mis experiencias, en dos de los casos, hice algo que para las personas que me rodeaban en ese momento "estuvo mal o fue incorrecto" (y que ahora veo que no fue así, que eran acciones de una niña pequeña), pero estas personas no se pararon a explicarme cómo podía corregirse eso para la próxima vez. Creo que si un niño hace algo de modo incorrecto y el adulto le dice que es así, pero le indica cómo puede hacerlo mejor, sin emitir juicios de valor, este niño aprenderá sanamente la lección y no conservará esa carga tan negativa que viene con el fracaso.

Si lo pienso con detenimiento, es absolutamente irracional exigirle a un niño pequeño que no se equivoque, que haga todo bien a la primera, o que no cometa errores. Y cuando los comete, es hasta cierto punto cruel no ayudarle a lidiar con esa sensación de pequeña humillación que puede sobrevenirle. Imagino en dos de esas tres escenas que me han ocurrido que el adulto que me acompañaba me hubiera explicado amablemente cómo hacer las cosas de otro modo.  Me habría reconfortado. Habría aprendido. Y no me hubiera sentido culpable, inadecuada...

En la tercera de mis experiencias personales con el fracaso, yo hago algo creativo y lo exhibo, y como respuesta lo que recibo es una mirada extrañada y un silencio. Vaya, no lo he hecho tan bien. Me imagino ahora en la piel de esa niña pequeña y me quedo helada. Conteniendo la respiración. Esperando oír una palabra de aliento que no llega nunca... Y decido que mejor a partir de ese momento me dejo de exhibiciones, que lo que hago no tiene el suficiente valor como para sentirme orgullosa de ello... En ese mismo momento, se están creando unos miedos que van a tener repercusión muchos años más tarde.

Y aquí acaba mi tarea para este día primero de autodisciplina. Entendiendo mucho más cómo el temor al fracaso no está en el presente, sino en el pasado. Sabiendo que es preciso deshacer la maraña de sensaciones que hemos creado en torno al concepto de equivocarnos, y poner las cosas en su sitio:

- Todos cometimos errores y los cometeremos, es una parte lógica del proceso de vivir.
- El fracaso debe ser visto como un escalón, no como una lápida.
- El fracaso de un proyecto o tarea, no implica que como persona seamos un fracaso.

Y por último:

- Decido que el miedo al fracaso no va a limitarme inconscientemente a la hora de poner lo mejor de mí en cada proyecto que decida emprender. Tendré fé y confianza en que las cosas saldrán bien, pero si no es así... no tengo que ligar mi propia valía personal al éxito de esta empresa. Siempre puedo intentarlo de nuevo.

Y vosotr@s, ¿qué pensáis sobre el temor al fracaso? ¿Creéis que es posible que gobierne vuestra vida desde la sombra? ¿Hay experiencias del pasado que, sin daros cuenta, pueden estar influyendo en vuestro presente?

2 comentarios:

  1. He hecho el ejercicio (voy a acompañarte en esto en la medida que me permitas a través de tus posts porque no tengo el libro).
    En mi caso, no es un sentimiento de culpa lo que se esconde detrás de mis "tres fracasos", más bien es miedo a la mediocridad, a no estar a la altura de las expectativas de otros (por lo visto, ahora me importa lo que los demás piensen de mí... lo que descubre una a los 29!).
    Ahora mismo estoy inmersa en un proyecto en el que tengo que dar el 100% (tesis doctoral con fin de beca a la vuelta de la esquina y boda dentro de 5 meses... necesito mucha de la autodisciplina que antes tenía y que no sé dónde he dejado).
    Desde pequeña mis padres me han dicho "nosotros no te pedimos que seas la número 1, pero sí que te esfuerces al máximo en cada cosa que hagas". Tras leer tu post me he dado cuenta de que la raíz de mi problema es un caso de libro: temo esforzarme al máximo y darme cuenta de que no tengo la capacidad que otros me suponen. Espero superar esto poco a poco porque vivir así, con esta presión... es agotador. Esta es la otra cara de mi problema: estoy cansada y agobiada.
    Pero he tomado nota y voy a ser positiva. Voy a pensar que puedo con ello. Que otros han encontrado la forma de sobrellevarlo y yo también podré hacerlo.
    Un beso, guapa. No estás sola.
    T

    ResponderEliminar
  2. Hola T, me ENCANTA que vayas a acompañarte en esto, así que ponte cómoda!! :)
    Antes de nada, te aconsejo que leas el post anterior de esta mi "operación autodisciplina" porque habla de esa parte de nosotros que siempre busca lo fácil, la postergación... Y respecto al libro, yo lo estoy leyendo online a través de scribd (sale en una de las primeras opciones del buscador).

    Lo que quería decirte antes de nada es... ¡cómo te entiendo! Primero, porque yo también estoy haciendo una tesis!!! (y con contrato igualmente muy cerca de la "expiración"). Y segundo, porque sé perfectamente lo que es agobiarse por las expectativas que otros. Sí, hija, a los 29 años. Una piensa que es independiente, libre, que se ha separado de las opiniones de sus padres, sus profesores y otros adultos respecto a ella y resulta que en parte no es así. Pero me pregunto cuántos adultos de 40, 50 y 60 años siguen todavía inconscientemente atados a esta necesidad "de no defraudar" "de no ser menos de lo que otros esperan".

    Así que, si te has dado cuenta de ello, ENHORABUENA, ES UN GRAN PASO. Tu tesis es tuya, tu boda es por entero tuya y de tu pareja, y al margen de lo que puedan sentir los demás (que luego descubres que decepcionar a alguien no es el fin del mundo, que tú eres mucho más de la imagen que los demás se han creado de ti), haz hasta donde puedas. Y QUIERAS. Quizás ahora prefieres centrarte en la boda y dejar a un lado la tesis, PUES BIEN. O al revés... No se trata de "poder con todo" sólo porque otros lo hacen (sí, hay gente hiper-eficaz por el mundo), sino que es cuestión de querer. Si tú quieres trabajar a un ritmo alto, pues bien, si quieres ralentizarlo porque lo necesitas, pues también está bien. Pero son TUS necesidades lo que debes atender, no las que otros te imponen "desde la sombra"...

    Yo también soy positiva, estos 10 días, y no pienso saltarme ni uno ni adelantarme ni uno (aunque a veces estoy tentada de coger el libro y seguir a ver cómo sigue), van a ser un gran cambio en mi vida.

    Un besazo!!

    ResponderEliminar

¡Gracias por tu comentario!

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...