martes, 15 de enero de 2013

Autodisciplina. Día 8.

Tras unos días de descanso, hoy toca un nuevo capítulo de autodisciplina. Como veis, un laaargo post, lleno de reflexiones y algunas ideas un poco densas. Un post que a mí me costará algo de esfuerzo escribir y a vosotras algo de esfuerzo leer, pero que sin duda nos reportará grandes cosas a ambas partes, así que ánimo, coged un café para hacer más amable la lectura y ¡empezamos!

Posiblemente el tema del capítulo de hoy, puede ser el que más os suene, porque es la versión de la autodisciplina que nos han ido inculcando de pequeñitos. Por primera vez en todo el libro se aborda el tema del sacrificio. Es decir, que el logro de nuestras metas, desde sacarse un título universitario hasta limpiar el piso de arriba abajo, requiere de algo a cambio.

Particularmente, me parece muy bien que sea ahora y no al principio, donde se hable del precio de lograr nuestros sueños. Y digo que me parece bien en esta parte y no antes, porque siempre que evocamos las palabras disciplina, esfuerzo o voluntad, nos viene a la mente un mar de dificultades, tensiones y sacrificios; pero no pensamos en las creencias y actitudes negativas que pueden estar impidiéndonos ser más trabajadores y organizados. Así pues, me parece muy bien que se aborde este tema en este punto del libro y no antes, pero ya veréis como este concepto de sacrificarse también hay que tomarlo con cierto cuidado.

En principio, la idea que subyace en el capítulo tiene una comprensión sencilla y un alcance universal:  cuando perseguimos obtener algún bien, ya sea material (unos zapatos, perder peso) o intangible (ser más extrovertidos, superar una ruptura amorosa), debemos dar algo a cambio. No se consigue nada sin dar nada. Esto que damos puede ser dinero, pero también tiempo, esfuerzo físico, esfuerzo intelectual, etc. Es decir que un viaje a nuestros objetivos requiere que crucemos nuestra zona de comodidad. Que nos movamos, que sintamos cierta incomodidad. Hasta ahí, perfecto. Un trabajo o un negocio no se hacen solos. Y por mucha Termomix que tengamos en casa, ésta tampoco es tan inteligente como para ir a hacernos la compra, abrir nuestro frigorífico, pelar las verduras y fregarse solita tras habernos hecho la comida.

Osos en su zona de comodidad :-)
Digamos que este concepto lo aprendimos hace tiempo: "el que algo quiere, algo le cuesta". El problema está en que a menudo no sabemos ver esto en su justa medida, con racionalidad, y nos vamos a la versión más extrema de esta creencia, que no es otra cosa que un "todo o nada" alterado. Es decir, creemos que el negocio sólo va a prosperar si le dedicamos veinte horas al día. En caso contrario, somos unos vagos y si fracasamos será por esto. Si estamos a dieta, y un día cedemos al irresistible impulso de un postre azucarado, nos flagelaremos por nuestra falta y nos diremos que lo hemos echado todo a perder. O hacemos todo perfecto y en todo momento, o cualquier pequeña rendición echará a perder días de nuestro trabajo.

Por otro lado, a menudo solemos magnificar la medida de estos sacrificios. Tendemos a ver esas pequeñas cosas que tenemos que pagar para conseguir nuestras metas como algo terrible, intolerable. Creo que esto se produce precisamente por esas ideas que nos meten de pequeños que dicen que "la vida es muy dura, es un valle de lágrimas", "prosperar es muy difícil", "las cosas que merecen la pena se logran con sudor y lágrimas", "sin pena no hay gloria", etc. Este pensamiento de que sólo a través de lo extremadamente penoso y difícil lograremos nuestros sueños, con frecuencia tiene un efecto perverso que podemos no advertir: que todo lo que nos lleve a lograr nuestras metas, todo lo que implique autodisciplina, lo asignaremos automáticamente a la categoría de "difícil y penoso". Aunque en realidad no sea así.

Pensemos, por ejemplo, en el trabajo. Identificamos trabajar con sacrificio, con una obligación penosa, con sudor y lágrimas... Incluso si alguna vez hemos estado francamente a gusto en el trabajo, cómodos, relajados, y el tiempo se nos ha pasado volando, cuando algún compañero nos pregunte si tenemos ganas de irnos a casa, todos nuestros prejuicios negativos acerca del trabajo volverán a la vez y diremos "¡claro que sí! por supuesto, estoy deseando irme", e identificaremos todo el tiempo que llevamos allí como penoso, incluso si momentos antes estábamos cómodos y relajados realizando nuestras tareas.

Vale, trabajar a veces (muchas veces) es un rollo, pero ¿sabéis qué? A veces no. Y todos lo hemos experimentado. Días en que hemos estado inspirados, en que nos hemos echado unas risas con los compañeros, en que hemos estado tan absortos en nuestra tarea que cuando nos damos cuenta voilà! ya es hora de irnos. ¿Por qué no vemos lo positivo de todo eso? Pues porque tenemos la mente en modo "sacrificio ON" y a todo lo que sea obligatorio, o lo que sea un vehículo para conseguir otra cosa -en este caso, dinero-, le damos la categoría de insufrible e insoportable, automáticamente.



Con la limpieza del hogar pasa igual; a veces planchar puede ser un coñazo, pero otras francamente puede ser relajante. Pero si alguien nos pregunta, siempre diremos: estoy harta de planchar, ojalá no tuviera que hacerlo nunca. Y cada vez que se avecine una de esas "tardes de plancha", el recuerdo del sacrificio y el sufrimiento empezará a atormentarnos... hasta que comencemos la tarea y constatemos, una vez más, que no es para tanto. Que aunque preferiríamos estar haciendo otra cosa, planchar no es tan terrible. Que hasta (incluso) nos estamos divirtiendo un poquito.

A los estudiantes esto le sucede a menudo con su trabajo. Asimilan el estudio a algo terrible, insoportable. Estudiar es lo peor, es muy aburrido, es un trabajo duro e ingrato. Lamentablemente, incluso algunos profesores lo ven así, y dicen a sus alumnos en un intento de motivarlos (¿?) y acercarse a ellos: sí, ya sé que estudiar es muy difícil y es un rollo, pero tenéis que hacerlo, es vuestra obligación. Ufff... cogería a cada uno de esos profesores y los sacudiría con fuerza. No hay nada más desmotivador que asimilar el estudio con un tormento que hay que soportar "por obligación y por deber". Sí, estudiar a veces es costoso, incluso aburrido, pero:

1) El aburrimiento no es algo terrible e insoportable, y esto es algo que está apareciendo ahora en todos los manuales de crianza: deja que tus hijos se aburran, no pasa nada. Aburrirse no es un suplicio que no se puede tolerar, no es una tortura, y esto hay que tenerlo muy claro.

y 2) Con frecuencia, tras la primera etapa de aburrimiento o del esfuerzo de activación, sobreviene otra de interés, de entretenimiento, de discreto disfrute. Por supuesto, esto no se puede admitir si nos han grabado a fuego en la mente que "estudiar es terrible y bajo ningún concepto es disfrutable". Al igual que "el trabajo es terrible y bajo ningún concepto es disfrutable" o "comer sano es terrible y bajo ningún concepto es disfrutable".



Es decir, y resumiendo: es incorrecto decir que todo es fácil y divertido, que nada se hace esperar y que todas las cosas buenas se obtienen sin invertir nada a cambio, ni tiempo, ni dinero, ni incomodidad. Pero tampoco es cierto el extremo contrario: que las cosas sólo se consiguen luchando, sufriendo, sudando y que implican un esfuerzo terrible.

¿Lo veis? ¡Otra vez la mentalidad "todo o nada"! O divertido o insoportable; o entretenido o tedioso. ¡Otra vez nuestra mente haciendo de las suyas!

Dejando a un lado estos extremos, veamos las cosas somo son, sin magnificaciones ni disminuciones. La realidad es que hay muchas cosas que, para conseguirlas, hay que pasar un período de incomodidad. Pero esta incomodidad no es terrible e insoportable como una tortura continua, y muchas veces, y cuando hacemos algo un hábito, esta incomodidad se transforma en una tarea agradable.

"Aprende a esperar, aceptar, y tolerar períodos de incomodidad sin inflarlos mentalmente. Sin períodos de incomodidad no llevarías a cabo hasta la tarea más simple." Y una vez que estos períodos hayan pasado, siéntete orgulloso de haberlos superado y recompénsate. Y dite, mentalmente: no es tan horrible, puedo volver a hacerlo.

via

La segunda parte del capítulo está dedicada a una técnica para conseguir mejorar nuestra autodisciplina. En el capítulo de hoy esta técnica es denominada por su autor "vitaminas para la mente". Estas vitaminas mentales son en realidad afirmaciones positivas, palabras o frases que debemos escribir y repetir varias veces al día, y que tienen el fin de reforzar nuestros objetivos, o los pasos que conducen a nuestros objetivos. Por ejemplo "Yo, X, Voy al gimnasio tres veces en semana"; o "yo, X, leo un capítulo de mi manual de estudio cada día, hasta completar el libro entero"

El autor sugiere que no pensemos estas afirmaciones, ni tan sólo las digamos, sino que las escribamos. Es cierto que al escribir pensamos doblemente, y por tanto, es fácil aventurar que su efecto psicológico será más potente.

El ejercicio que se propone hoy, para poner en práctica la definición de afirmaciones positivas, consiste en elegir un objetivo concreto de nuestra lista, y utilizando nuestro nombre escribir la afirmación en presente, y en primera, segunda y tercera persona. Por ejemplo:

Yo, Miss Chloé, escribo una página de mi tesis cada día
Tú, Miss Chloé, escribes una página de tu tesis cada día
Miss Chloé escribe una página de su tesis cada día

El autor recomienda escribir a mano de una manera pensativa y lenta y no escribir frases negativas en nuestras afirmaciones. Por ejemplo en lugar de "yo no como dulces", escribir "Yo disfruto de la vida sin comer dulces". Si durante este proceso de escribir afirmaciones detectamos la presencia de  pensamientos negativos, tipo "esto es demasiado difícil, nunca voy a conseguirlo", "tengo miedo de fracasar y que me salga mal", "no sé hacerlo, no soy capaz", debemos detenernos en estos pensamientos negativos y neutralizarlos. Pensar en ellos, escribirlos aparte, tratarlos con cariño y apartarlos de nuestra mente. Y luego, seguir con nuestra tarea.

Se deberán escribir este grupo de tres afirmaciones tres veces, en distintos pedazos de papel. Después, habrá que colocar estos trozos de papel en sitios donde podamos verlos todos los días y nos acordemos de leerlos: en el espejo del baño, en la oficina, en la cartera, junto al bote de café... Podemos reescribirlos cada cierto tiempo, o leerlos cada vez que estemos en la consulta del médico, esperando a alguien, frente a un semáforo en rojo, o esperando que acaben los anuncios de televisión.

Como consejo, el autor apunta algo que seguramente muchas de vosotras ya hacéis "Siempre que encuentres una cita/frase inspiradora escríbela en una tira de papel y ponla donde puedas verla muchas veces al día. También pon una copia en tu cartera o billetera. Acuérdate de leerla con frecuencia. Cambia tu cita/frase con regularidad"

En los blogs, en la pared de vuestra habitación, o en vuestro bolso, seguramente tendréis un cartelito bellamente adornado con vuestra frase inspiración favorita. Yo hoy decido dejaros la mía:

Inspírate. Sé inspirador.
A pesar de parecer simple, esta frase me encanta y la grabo en mi agenda año tras año. Si queremos inspirar a otros, hay un sitio muy sencillo y cercano por el que empezar: nosotros mismos. Si nos apasionamos, si sentimos curiosidad por las cosas, si vemos el atractivo de lo bello y lo menos obvio, si cultivamos nuestro intelecto y nuestro corazón, entonces y sólo entonces, podremos compartir todo esto con los que están a nuestro alrededor. Y quizás no haga falta ni compartirlo: la autenticidad y la belleza transpiran sin que nos demos cuenta...

¿Y vosotras? ¿Estáis de acuerdo en el papel demoledor que le asignamos a la palabra "sacrificio" y, por ende, a nuestras obligaciones? ¿Os hacéis vuestras afirmaciones positivas caseras? Y por último... ¿Cuál es vuestra frase inspiradora favorita...?

4 comentarios:

  1. Me encantas.
    Me gustan todos y cada uno de tus posts. Gracias por darme la oportunidad de leerlos.

    NR

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  2. Hoy voy por el día 8. De este año no pasa! Dejaré de ser esta yo para SER LA YO QUE QUIERO SER. Gracias por descubrime el libro, y por hacer más fácil el camino llevándonos de la mano. Creo que tienes un talento especial para transmitir, ya que cada día, después de leer el capitulo del libro vengo a tu blog como si fueras el comentario de texto de la obra obligatoria de clase. Me ayudas a comprenderlo mejor y a ver distintos puntos de vista que no me había planteado.
    Mamen.

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  3. Mamen, me alegro que te esté sirviendo este "minicurso" y que estés tan decidida a cambiar, ¡ese es el espíritu! Me ha encantado tu comparación de estos artículos con los comentarios de texto de clase, en realidad se parece mucho a eso! :D Venga, que te quedan sólo 2 días!!

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  4. Hoy he descubierto tus capítulos de autodisciplina por casualidad (me ha llamado la atención este post por contener dos imágenes -las dos primeras- que he usado para describir mi estado en las plataformas sociales). Ahora que he llegado a ellos...¿dejaré inspirarme por tan inspiradoras palabras?

    Autodisciplina, qué gran propósito.

    Ibis.

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